El
artículo “Intervención logopédica en la
Disartria “escrito por N. Melle Hernández en la Revista de Logopedia, Foniatría
y Audiología (AELFA, 2007) nos describe los aspectos relevantes de la
intervención en la patología disártrica entre los que podemos destacar las siguientes líneas de intervención:
-
Reducción de las deficiencias estructural-corporales, en donde existen varias
opiniones, como la división en subsistemas planificación. Así pues, por ejemplo
la respiración y la resonancia son dos subsistemas de primer orden que deben
ser rehabilitados hasta alcanzar su máximo potencial.
Otra
perspectiva es la de Duffy (1995) que propone un acercamiento dinámico a la
planificación argumentando que deben ser tratados primero las deficiencias en
las que se obtendrían mayores beneficios de la forma más rápida posible o aquellas
que proporcionarían mayor posibilidad de mejora de otras deficiencias. Por ejemplo,
la mejora de la resonancia puede producir una mejora rápida en la articulación
y en la inteligibilidad.
-
Reducción de las deficiencias funcionales. En cuanto a las actuaciones cuyo
principal objetivo es la reducción de las deficiencias funcionales, como son la
pérdida de inteligibilidad, las dificultades prosódicas y la alteración en la
tasa de habla.
-
Reducción de las limitaciones en la actividad. Cuando el objetivo es reducir
las limitaciones de la actividad comunicativa a través del habla en los distintos
contextos físicos y sociales en los que participa la persona con disartria. Así
pues, según el artículo es importante hacer hincapié en la forma en la cual interactúan
los interlocutores. En este sentido, y dado que se intenta incidir en la mejora
de la actividad comunicativa desarrollada por dos personas, las técnicas de
intervención aplicables provienen de los métodos pragmáticos e instrumentales
(tabla 3). Los pragmáticos, por tanto, trabajan estrategias orientadas tanto al
hablante y al interlocutor como al manejo del contexto, y los instrumentales
promueven la participación recurriendo a otros sistemas de comunicación alternativos
o aumentativos al sistema verbal.
Por último, y la línea de
intervención que me ha resultado más innovadora, es la siguiente:
- Reducción de las restricciones en
la participación. Así pues, la actuación sobre las restricciones en la
participación de la persona con disartria supone dar un paso más en la
perspectiva desde la cual analiza el caso concreto. Hustad (1999) identifica cuatro
tipos de barreras sociales que pueden limitar la participación: políticas,
prácticas, actitudinales y del conocimiento.
– Las barreras políticas hacen
referencia a todas aquellas cuestiones relacionadas con las legislaciones vigentes
en distintas materias (educativas, laborales, sanitarias, sociales, etc.).
– Las barreras prácticas son
aquellas que reflejan la inflexibilidad de determinados procedimientos (no
modificar el puesto laboral, no variar el sistema de enseñanza, servicios al
ciudadano de acceso exclusivamente telefónico, etc.).
– Las barreas actitudinales son las
reacciones de los demás que pueden llegar a impedir que la persona con
disartria participe en distintos contextos excluyéndola de los mismos (evitar
que desempeñe un trabajo de atención directa al público, no permitirle exponer
un trabajo en el aula, no permitir el uso de un sistema de comunicación aumentativo
o alternativo, etc.).
– Las barreras del conocimiento son
aquellas dificultades que surgen por desconocimiento de las características de
la patología y del estado global de la persona con disartria (desconocer que la
comprensión verbal de la persona no está relacionada, en estos casos, con la
dificultad motora expresiva).